Un rincón donde los sueños se hacen realidad a través de las palabras. Sueña conmigo...

lunes, 31 de diciembre de 2007

A mi madre, la luz que guia mi camino


Digna hija de tu madre, la cual estará orgullosa de ti desde ese comodísimo lugar de ahí arriba, me diste la vida. Quien mejor para traerme al mundo que tú, una mujer cuyo cariño hacia su marido e hijos es infinito. Entre los tres, me refiero a mi padre, mi abuela y tú, me iniciasteis en esto de la vida: primeros pasos, primeras comidas, primeras palabras…todo muy bonito, pero pasaban los años y yo seguía creciendo, y ahí empezaron las dificultades. Y es que, ¿cuántos malos ratos has pasado por mi culpa?, mejor no enumerarlos porque estaría aquí toda la noche. Son muchos los quebraderos de cabeza que te he provocado y tantos o más los berrinches que te has llevado por mis cabezonerías, sobre todo con la comida. Ahora nos reímos recordándolo, pero cuantas veces me habréis dicho, “Quique, come”, una frase que se había hecho fija de las comidas diarias. Pero al final, ya me ves, poco a poco voy creciendo en eso de la variedad alimenticia. Y todo eso es un logro tuyo, a tu perseverancia, a tu constancia y sobre todo a tu cariño hacia mi. Un cariño que siempre me ha arropado en todas las dificultades que la vida me ha ido imponiendo. Comidas, estudios, fútbol, siempre has estado ahí a mi lado, para saltar a la mínima necesidad que tuviera, incluso después del nacimiento del petardo de mi hermano, tu atención hacia mi no disminuía. Reina de los pequeños detalles, siempre atenta a todo, conseguías arrancar de mí una sonrisa, incluso en los días más tristes. Y aún así yo en vez de agradecértelo, te daba malas contestaciones, y tú al igual que la Virgen María, guardabas todo en tu corazón de madre. Poco a poco me has ido guiando por un sendero, que ¡fíjate por donde va ya! A lo largo de mi infancia y de mi primera juventud, porque aún soy joven, me has ayudado en todo, has sido el hombro en el que podía desahogar mis penas, olvidando las tuyas si hacía falta, aquella persona que suavizaba los enfados de mi padre, y muchas cosas más, porque para ti siempre era lo más importante. Siempre has sido así, tan buena, tan servicial, tan...MADRE, que quizá sea la palabra que mejor te defina, porque en ella sola se engloban todas tus características. Has sido y serás un espejo en el que mirarme.
Lo siento pero es que mi lenguaje no da para expresar tanto sentimiento de amor hacia ti y de agradecimiento por todo lo que me has dado. Tan solo espero poder haber estado a la altura de una madre como tu, y que algún día puedas estar tan orgullosa de tu hijo, como yo lo estoy de ti.
Siempre he pensado que si mi vida fuera un edificio, tú serias el pilar fundamental, aquel que sostiene todo el peso del edificio, y cuya falta provocaría el derrumbe del mismo.
Solo me queda decirte que TE QUIERO, y que ni mares, ni tierras, ni montañas, ni siquiera personas, podrán alejarme de ti y menos aún arrebatarte ese lugar privilegiado que tienes en mi corazón desde el momento en que abrí los ojos por primera vez y vi tu rostro. Y con un “gracias por todo” me despido, deseando que sigas a mi lado, ya sea en esta vida o en las que queden por venir,
Un abrazo de un hijo orgulloso.

1 comentario:

Rocío dijo...

Me la imagino llorando al leer esto.
"Reina de los pequeños detalles", qué bonita definición y qué real, porque no es sólo una metáfora.
Ella también estará muy orgullosa de ti.
Besos