miércoles, 8 de febrero de 2012
A mi vera...
Las minas del Rey Salomón bañan sus cabellos, que envuelven el rostro de un ángel caido del cielo. El marrón de sus ojos me devuelve a las playas de mi infancia. A sus murallas. Las mismas que me imponen su presencia. Sus labios, afilados como su lengua, son la manzana de Adán. Su cuerpo desata mis pasiones más mortales e insinua una tormenta perfecta. Como una deidad, brilla, resplandece, omnubila. Cual regalo celestial, amanece a diario a mi lado convirtiendo cada despertar en el inicio de mis sueños.
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